Aprender a discernir entre lo que nos interesa y nos aporta de entre lo que no, puede llegar a ser verdaderamente agotador, sobre todo en estos tiempos de pandemia, donde hay tanta y tanta oferta de muchísimos temas que nos entran por los ojos y deseamos apuntarnos a TODO.
Aquí viene muy bien el refrán ese de “quien mucho abarca poco aprieta”.
Y, si bien es cierto que están surgiendo muchísimas formaciones, masterclasses, webinars, etc., etc., súper interesantes, es muy importante pararse un momento (o unos días), a reflexionar sobre cada cosa que se nos presenta por delante para no terminar en “corto-circuito”.
He de confesar que, cuando empezó el confinamiento, me puse en modo esponja y quería absorber hasta la última gota de mi tiempo con cursos y prácticas y sesiones de ejercicios, y más y más, hasta que un día empecé a estresarme porque se me solapaban varias cosas a las que, por supuesto, “no podía faltar”.
Entonces paré y tuve una conversación muy seria conmigo misma y me dije: “A ver Lola, ¿en serio vas a permitir estresarte en este momento en el que, más que nunca, es importante que te mantengas calmada?”
Y ya imaginaréis la respuesta quienes me conozcáis un poquito, paré y paré tanto, que me dediqué a meditar una hora al día, lo que siempre quise hacer y nunca tuve la voluntad de seguir, empecé a hacerlo casi por obligación, en aras de mantener mi salud mental.
Entonces, y sólo entonces, comencé a ver con claridad qué es lo que verdaderamente me interesaba y qué otras cosas, aunque parecieran super interesantes, no me iban a aportar en ese momento lo que yo andaba buscando y que me acercaran a mis objetivos y propósito real que ya tenía en mente.
No digo que tú también tengas que meditar una hora al día para saber discernir sobre a qué decir que sí y a qué decir que no, lo que sí creo que es importante es ese momento de parar y analizar si es realmente algo que necesitamos o nos estamos dejando llevar sólo por la emoción del momento.
Algunas preguntas que pueden ayudarte a tomar la decisión pueden ser:
1. Si lo hago,
- ¿qué voy a conseguir cuando lo acabe?
- ¿estaré más cerca de donde quiero estar?
- ¿qué me va a aportar?
- ¿qué me va a quitar?
2. Si no lo hago,
- ¿qué pasará?
- ¿qué gano?
- ¿qué pierdo?
3. ¿Existe alguna otra cosa que pueda aportarme más y mejor (de lo que yo necesite y la misma temática) en este momento?
4. ¿Podría hacerlo más adelante?
Creo que después de contestar estas preguntas puedes tener una mejor orientación de si te merece la pena seguir adelante con esa opción o si, por el contrario, es mejor desecharla.
Otra opción que, por supuesto, yo también he tomado en muchas ocasiones cuando algo me encanta aun sabiendo que no es el momento de hacerlo, es tomarlo, pero no hacerlo en ese mismo instante, es decir, agendarlo para otro momento (esto no procede para las Masterclasses de “hoy a las 19 última oportunidad”)
Esto de agendarlo, es una parte muy importante porque, de no hacerlo, pueden pasar dos cosas:
1. Que estés continuamente pensando en que tienes que hacer esa formación y no sabes cuando la vas a poder hacer, lo cual puede generarte ansiedad (no lo sacas de tu cabeza).
2. Que caiga en el olvido y en unos meses (¡o años!) cuando hagas limpieza de tu ordenador te acuerdes que compraste una formación que nunca llegaste a hacer.
Por ejemplo, yo he comprado varias formaciones que me interesan muchísimo y que, aunque sé que ahora mismo, a corto plazo, no voy a hacerlas, ya las tengo incluidas en mi lista de “Cursos por Hacer” y que, conforme voy sacando adelante otros proyectos, puedo ir haciéndoles hueco para poder disfrutar y aprender de ellas.
Espero que tú también te tomes esos momentos para “parar” y no caer en la trampa del “quiero hacerlo todo” que no hace otra cosa que cortocircuitarnos y dejarnos en modo “parálisis”.
Así como deseo que este pequeño artículo pueda ayudarte de alguna forma a tomar esas “pequeñas grandes” decisiones que incluso podrían cambiar el rumbo de tu vida.