Hemos crecido en la cultura de las madres abnegadas, probablemente porque así es como hemos ido evolucionando y, siguiendo el efecto de arrastre o efecto bandwagon (Tendencia a hacer, o creer en, algo porque muchas personas lo hacen, o lo creen), imitamos lo que vemos y seguimos perpetuando esa conducta y esa creencia de que debemos ser madres abnegadas.
Madres que anteponen a todos antes que a ellas mismas.
Además, teniendo en cuenta uno de los tantos sesgos psicológicos que existen, como es el sesgo de confirmación, tendemos a buscar esa información que confirma nuestras propias creencias sin importar lo verdaderas o no que sean (y esto es aplicable a cualquier ámbito).
De forma que, si en algún momento se nos ocurre anteponer nuestras necesidades y deseos a los de nuestra prole o pareja, de repente nos puede invadir un sentimiento de culpa que no nos permite ver con claridad y finalmente, desistimos de nuestro empeño en seguir adelante con nuestro propósito.
La buena noticia es que, por suerte, eso ya se está acabando.
Cada vez somos más mujeres las que entendemos que nuestras necesidades y deseos también son muy importantes y, no sólo eso, sino que lo ponemos en práctica y hacemos que nuestras hijas e hijos crezcan con otra referencia, a mi modo de ver, más sana.
Esto no tiene nada que ver con no atender las necesidades básicas de nuestros hijos e hijas, sobre todo cuando son bebés, que aquí la sociedad también tiene mucho que cambiar y aportar para cuidar a las madres (cuidar a las que cuidan).
Sino con hacernos conscientes de que nosotras somos personas merecedoras, de mostrar y vivir ese sentimiento de merecimiento y buscar el satisfacer nuestras necesidades, siendo valiosas simplemente por el hecho de ser, de existir, además del gran trabajo que nos toca llevar a cabo en la vida como es criar a los adultos y adultas del futuro.
Actualmente tenemos tantos roles que muchas veces se nos hace difícil distinguir cuando estamos en uno o en otro, madre, profesional, cocinera, administradora, psicóloga, personal shopper, estilista, … y la lista, como ya sabéis, podría continuar…
Por todo eso y más, es momento de mirarnos hacia dentro, nuestros hijos e hijas crecen, se van haciendo independientes y de repente podemos pararnos a mirarnos a nosotras, a tomarnos el pulso y ver cómo está nuestra vida.
A hablar con ellos y decirles que ahora es nuestro momento, que nos lo merecemos y que vamos a trabajar en nosotras mismas.
Es una gran lección de vida que una madre le diga a su hija o hijo:
Me quiero, me cuido, soy importante, voy a trabajar en mis sueños y haré lo necesario por llevarlos a cabo.
¿No crees?
Por eso te animo a que pares, a que te mires, a que comiences a indagar y explorar en tus sueños, en tu diálogo interno (tan importante cómo nos hablamos) y comiences, por fin, a hacer de esos sueños, una realidad, tu nueva realidad.
Y como diría Collin McCarty:
“Si no sabes cómo, hallarás la manera en el trayecto”
Deseo que este pequeño artículo te guste y que, sobre todo, te sirva.