¿Quieres saber cómo evitar «la Procrastinación»?

1601503176746

Parece que se ha puesto de moda esta palabra, como si esto antes no pasara, como si antes las personas no dejáramos de motivarnos para hacer eso que, de algún modo o por alguna razón, queríamos hacer.

 

Lo cierto es que antes, antes de toda la revolución que estamos viviendo actualmente, antes de la era digital, antes de que estuviésemos saturados con “tantas cosas que hacer”, creo que la vida era “tan fácil” que no necesitábamos hacer uso de este palabro.

 

Antes, los hombres, sobre todo los hombres, estudiaban… o no, y trabajan en una empresa en la que, con suerte, se jubilarían.

 

Tenían su jornada laboral y, si tenían algún contratiempo que solucionar, deberían saber cómo hacerlo o, a lo sumo, consultar un libro, o buscar mediante listín telefónico, o de oídas, a la persona que pudiese solucionarlo.

 

Antes, las mujeres, sobre todo las mujeres, no estudiaban, normalmente no se les permitía, se dedicaban a cuidar de su casa, de sus hijos.

 

Con suerte, a veces, podían tener alguna afición como, por ejemplo, coser, hacer punto de cruz…, y para de contar.

 

No podían procrastinar porque, simplemente, eso que hacían era lo indispensable para vivir, limpiar su casa, comprar en el mercado del pueblo, o a los vecinos de los alrededores, los alimentos que iban a cocinar, o los productos que necesitaran para el hogar y para la higiene personal y eso, más o menos, era sus vidas, sus día a día.

 

Y si pensamos en cómo es la vida hoy día, existen tantas cosas por hacer, el mundo está tan “híper comunicado”, tan “híper informado”, tan “hiper estresado”, existen tantas actividades de ocio, tantas cosas que nos gustaría aprender, hacer, probar, experimentar, que una vida se nos queda corta y claro… nos da la ansiedad si no nos hacemos conscientes de que sólo tenemos una vida y que bueno, ya que nos planificamos una semana, ¿por qué no planificarnos la vida? Incluyendo en esa planificación eso que realmente queremos hacer y descartando todas esas cosas que nos parecen atractivas y que no hacen sino más ruido innecesario en nuestra cabeza que nos desenfoca de lo que, para nosotras, nosotros, es lo realmente importante.

 

Vale, todo esto está muy bien pero, entonces, ¿por qué procrastinamos?

 

Pues probablemente existirán muchos factores y, también, dependiendo de cada persona y caso en particular, pues será más por uno, por otro, o por una combinación de ellos.

Falta de motivación, alta expectativa en la prontitud de los resultados, falta de enfoque, cambio de circunstancias en la vida en donde lo que antes tenía sentido, de repente ya no lo tiene.

Bajo mi punto de vista y por centrarnos en uno de los factores, uno de los motivos más frecuentes, es que hay demasiadas cosas que queremos hacer y, cuando empezamos a hacer una, antes de hacer que forme parte de nuestra vida (y la instauremos como hábito), nos aparece otra más atractiva por el camino (sea por el motivo que sea) y ya no nos apetece seguir con la anterior.

 

Por su puesto aquí hay que diferenciar entre dos casos:

–       El primero, es que algo ha dejado verdaderamente de motivarnos por la razón que sea y, si esto ocurre, en mi opinión, es preferible dejarlo en cuanto nos demos cuenta si sentimos que ya no tiene sentido en nuestra vida actual, puesto que somos seres que evolucionan y cambian nuestras inquietudes.

–       El segundo, es el caso en el que no continuamos el camino hacia ese nuevo objetivo, porque aparecen ladrones de tiempo que, a priori, son muy atractivos pero, sólo nos dan un placer momentáneo, nada que ver con lo que nos aportaría el objetivo principal que dejamos de hacer por ese placer momentáneo y, poco a poco, nuestra motivación va perdiendo fuerza y desapareciendo pese a que si que queremos alcanzar ese objetivo en nuestra vida.

Un ejemplo de esto segundo sería:

No hay texto alternativo para esta imagen

1.     Decido empezar a meditar (pongo este ejemplo porque lo veo mucho). Tengo una gran motivación cuando empiezo, estoy una semana haciéndolo a diario. Motivación Muy Alta.

2.     De repente, un día se me cruza por med

io el ver una película o una serie en ese ratito que me he dejado para la meditación (porque nos la han recomendado y anda en nuestra cabeza) y decido que ese día voy a cambiar el tiempo que me planifiqué para la meditación, por lo otro. Motivación Media.

3.     Nosotras mismas empezamos a decirnos que… bueno, que por un día no pasa nada, te lo mereces que ya llevas una semana haciéndolo a diario, es que hoy no me apetece, y todos esos pensamientos autosaboteadores empiezan a hacer su trabajo, empiezan a hacer que te decantes por el placer momentáneo porque a nuestro cerebro le cuesta menos energía eso que el ponernos a meditar y, como ya os he contado en alguna otra ocasión, nuestro cerebro es muy vago y no quiere gastar energía en nuevos hábitos. Motivación Media-Baja.

4.     La red neuronal que se estaba empezando a crear con el nuevo hábito de la meditación va perdiendo fuerza, con lo cual, si no hacemos nada por volver a elevar esa motivación, poco a poco, seguirá perdiendo fuerza hasta que, por fin, un día, ni nos acordamos de la última vez que lo hicimos. Motivación Baja.

5.     Después de varios días sin meditar, esa red neuronal ya no existe o no tiene la fuerza suficiente como para que queramos seguir haciéndolo y así, con todo lo que nos propongamos de nuevo. Motivación Nula.

Si, pero, entonces… ¿Qué debo hacer para no procrastinar?

 

Se me ocurren varias respuestas a esto:

1.     Saber cómo funciona nuestro cerebro para no dejarnos llevar por él y sus pensamientos autosaboteadores. Darnos cuenta de esto y de que vamos a ganarle la partida. Le vamos a demostrar quien es la autoridad en nuestra vida. Nos disociamos de nuestros pensamientos.

2.     Aplicar las técnicas y prácticas que nos ayudan a entrenar nuestra mente, entre ellas, la meditación, el enfoque diario en nuestros objetivos, revisar nuestro día cambiando lo que no nos ha gustado a nivel mental y agradecer para enfocarnos en todo lo positivo que tenemos. Ya sabemos que cuanto más nos enfocamos en lo positivo, más atraemos cosas buenas a nuestra vida, y esto funciona verdaderamente como un imán.

 

A estas técnicas las he agrupado bajo el acrónimo MERA (Meditación, Enfoque, Revisión y Agradecimiento).

No hay texto alternativo para esta imagen

3.     Hacer esto cada día para aumentar nuestra motivación cada mañana y no permitir que vaya decayendo con el paso de los días.

Por ejemplo, si quiero instaurar el hábito de hacer ejercicio cada día, cada mañana, antes de levantarme incluso, me imagino cómo me voy a sentir una vez que practique esos ejercicios, lo visualizo, siento la energía, el bienestar y todo lo positivo que va a traer a mi vida, después de levantarme, medito con esa sensación que ya me he generado al pensar en lo bien que me voy a sentir una vez lo haga (de forma que ya me predispongo para ello).

Antes de acostarme o, incluso una vez en la cama, reviso qué ha pasado durante el día, veo cómo he llevado a cabo lo que quería hacer en ese día y eso me reporta una satisfacción conmigo misma, si ha ocurrido algo que no me ha gustado, lo cambio a nivel mental a cómo me hubiese gustado que ocurriera, eso le da a mi cerebro una segunda opción, una segunda vía a elegir para la próxima vez que ocurra y, a la vez, le estoy permitiendo guardar ese recuerdo de la forma en que a mi me hubiese gustado que ocurriera. Y entonces agradezco, agradezco todo lo bueno que hay en mi vida y que sigue ocurriendo cada día.

¿No me dirás que no se duerme mejor cuando, justo antes de dormirte, estás con tu mente plenamente enfocada en todo lo positivo de tu día y de tu vida?

Y así… cada día.

Deseo que te haya gustado este artículo y que, sobre todo, te sirva para seguir adelante con tus objetivos y tus nuevos buenos hábitos.

¿Quieres compartir?

Facebook
LinkedIn
Twitter
WhatsApp

Posts recientes